El otro día recordé una vieja anécdota que pasó hará unos ocho o nueve años. Todavía estábamos mi hermano y yo por ahí trabajando por nuestra cuenta, haciéndole montajes a Fagor y a quién tuviera el valor de llamarnos. A menudo coincidíamos con otros instaladores tanto en los centros proveedores como en los sitios de recogida de máquinas, y donde se concentran distintos seres humanos siempre hay fricciones. Una cosa que me resulta muy molesta son los quillos que aparcan su coche de manera tan canalla que ocupan todo el espacio, teniendo yo que cargar mis cosas desde mu lejos. Ese día en concreto mi humor de perro pulgoso se impuso a la cordura que normalmente tengo y....vale, normalmente no tengo mucha cordura.....pero empezó él.....vale, igual no estaba tan en medio su coche....lo mismo no empezó ni él....lo cierto es que le pedí con toda la amabilidad que poseo que apartara su estúpido coche de los cojones de mi camino, a lo que imprudentemente ese pavo me dijo que tururú, que lo quitaría cuando le diese la gana, y le pedí de forma cortés y educada que lo quitara, para los que me conocen ya saben que lo mandé a tomar pol culo y lo amenacé con venganza eterna, o sea, cortés y educado. ¿ Ah, SIII?...¿Y QUÉ BAS A ACER, PRINGAO? Las faltas de ortografía son suyas, que el malo de la peli es él, aunque yo no sea precisamente el bueno.
Los astros, el destino o la diosa Fortuna quisieron que uniéramos nuestros caminos dos días después, yo había quedado con un arquitecto y me llamó porque se retrasaba una hora, así que me quedé en la placita en la que íbamos a reunirnos cuando me fijo en un tipo que estaba montado en una escalera larga, justo encima de una tienda, terminando de instalar una máquina. Mi presa...jejeje
Me acerco tranquilamente y lo saludo. El quillo me mira receloso y yo le digo, nah, pelillos a la mar, y le acerco la herramienta que le iba a hacer falta en ese momento. Le di algo de charla a él, y le di algo de charla al dueño de la tienda, haciendo preguntas aquí y allá, comentando esto o lo otro hasta que se convenció el tendero que yo era el compañero del quillo de la escalera. Aproveché que el tendero se metió dentro para atender a un grupo de personas y le dije al montador que el de la tienda me dijo que no le importaba que se quedara el desagüe allí mismo, justo delante de la puerta, lo que hacía que el montaje estuviera terminado, y muy contento, el pobre infeliz se puso a recoger, yo le eché una mano, por supuesto, y me ofrecí a guardarle la escalera mientras él llevaba todas las cosas a la furgoneta...¿os he dicho que estábamos en el centro histórico de Sevilla, en una calle peatonal?....po diez pateos se pegó el muchacho calle arriba calle abajo llevando las cosas. En el último viaje, antes de la escalera, le dije al de la tienda que mi encargado no estaba dispuesto a hacer el desagüe y que iba a caerle el agua en la misma entrada del establecimiento, justo por donde entraban los clientes porque le caía mal y eso me hacía sentir culpable, que por mí lo haría, pero si lo contradecía lo mismo me echaba a la calle, y necesitaba el trabajo. También le dije al tendero que mi encargado lo llamó calvo idota más pesao que una vaca en brazos y que ojalá el agua le pudriera el toldo, y que eso me hacía sentir culpable también. Cuando vi al colega venir a por la escalera me fui hacia él y le dije, con mucha amabilidad, y con una sonrisa de oreja a oreja, que el de la tienda quería pedirle un favor...y me alejé hasta una distancia en la que podía ver el espectáculo....y oír las voces, claro....no entendía lo que decían, pero por los gestos y las palabrotas que de vez en cuando se gritaban, creo que la conversación estaba siendo muy animada...yo por lo menos, estaba mucho más animado, jejeje y el quillo no aparcó más de esa manera, ni me volvió a saludar....que poco sentido del humor....
22 ene 2011
Tocando las bolas
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