Tuve un gato la mar de gracioso, pendenciero, sacrílego, sinvergüenza, torturador de perros y otros seres..la verdad es que si hubiera leído a Pratchett antes no le hubiese puesto Frodo de nombre, pero así fueron las cosas.
Fuimos mi mujer y yo a coger un gatito callejero en unos locales abandonados para mi cuñada, que quería uno, y ya de paso si veía uno que me gustara a mi me lo llevaría. Y lo vi, fue un amor a primera vista. El me miró con sus ojillos marrones, yo lo miré con los míos y él me bufó, mordió, arañó y rasuró con las patas traseras todo mi antebrazo izquierdo mientras yo le tiraba del rabo para cogerlo, un amor a primera vista, lo que yo os diga, y me lo quedé. Mi novia, gran amante de los gatos, consiguió lavarlos y quitarles unos pocos millares de pulgas a ambos gatos, ya que para mi cuñada vimos una gata preciosa la mar de tranquilita ( y aburría), que no huía ni nada de eso.
Cuando estaba bien limpito y libre de pulgas, con su collar y todo, lo llevamos al veterinario para que le echara un vistazo y ya de paso ponerle sus vacunas. Así que lo metí en una caja llena de agujeros y enfilé pa su consulta. Cuando nos tocó el turno lo saqué de la caja y el gato echó una mirada llena de suspicacia a su derredor. Miró al veterinario, olisqueó la mesa y se pegó a mí, por si acaso. El veterinario se acercó despacio y lo observó un par de minutos sin tocarlo.
-Tendrá unos tres meses, mas o menos, me dijo. Voy a echarle un vistazo.
Para ese quillo echarle un vistazo era meterle un termómetro en el culo , y claro, Frodo decidió que eso de andar hurgándole allí atras era una gran afrenta al mundo felino y respondió soltando todos los demonios del cuarto infierno, e incluso alguno del quinto, diría yo.....Se revolvió enganchando al doctor por el brazo con sus uñas delanteras, mordió su muñeca provocando un grito de dolor y espanto para sacudir luego sus patas traseras tratando de despellejar todo su brazo. El veterinario, muy dolorido y sorprendido de que un pequeño saco de carne pudiera ser tan fiero y rápido lanzó su mano libre para quitarse al minino de encima, y mi gato decidió repetir la operación con el otro brazo, por aquello de la simetría, digo yo, y justo cuando el médico quiso quitárselo del otro brazo, Frodo dio un impresionante salto a una estantería tirando un montón de cosas a la cabeza del maltrecho doctor, y de salto en salto, bufido y bufido destrozó todo aquello que se puso a tiro de sus garras, entre mesas y estanterías, sin olvidar la tapicería de la silla ni los tobillos desprotegidos del pobre médico, que se limitaba a gritar histérico para que sacara de su consulta al micho de Belcebú.
Tras varios intentos infructuosos de cazarlo, y con la seria amenaza por parte del doctor de buscar una escopeta, conseguí engancharlo del rabo y llevármelo de allí. Al final las vacunas fueron puestas, por otro veterinario, y con la inestimable ayuda de una inyección de tranquilizante para caballos.
Cuando era algo más mayorcito, Frodo gustaba de salir de casa para irse por ahí de parranda a volver loco al cura del barrio, al sacristán y a la limpiadora de la iglesia. De echo, fue llamado durante un par de años el gato sacrílego. Lo que hacía el muy mamón era ir de terraza en terraza hasta colarse, por donde nunca lo supo nadie, hasta el mismísimo altar. Una vez allí destrozaba las flores que hubiera haciéndose una cama con ellas y luego tiraba al suelo todo aquello que hubieran dejado a su mano, garra más bien, donde quiera que fuera en cualquier parte de la sala principal de la iglesia, marcando con su pís buena parte del terreno. Después esperaba bien cómodo en su cama de flores a que entrara el sacristán, el cura o la limpiadora, juntos o por separado, a los que recibía con un maullido guerrero para salir disparado derrapando encima de las flores, esparciéndolas por todo su alrededor. Hay una larga lista de novios cabreados, que tuvieron que arreglar a toda prisa la iglesia después de la visita traicionera de Frodo, a los que no les hubiera importado cambiar el menú de la boda por gato con arroz.
Otra de las prácticas habituales del gato era la de acercarse a unas vallas donde había perros grandes y fieros, y ponerse a hacer ruiditos en los alambres. Cuando un perro acercaba el hocico a ver qué pasaba allí, Frodo le arreaba un zarpazo en la nariz que lo dejaba ladrando una hora, a veces dos, dependiendo de lo grande que fueran los agujeros de la verja, y se quedaba allí mirándolos pacientemente hasta que se callaban....y lo repetía de nuevo....qué noche nos daban a veces...en otras ocasiones se paseaba por el pretil de los muros por donde estaban los perros que ya lo conocían haciendo como que se caía, volvía locos a los pobres canes, porque cuando los tenía frenéticos del todo saltaba hacia la parte de verja de hierro y les daba en todo el hocico....una y otra vez....
Al final, nuestro gato acabó lléndose a un parque a dejar en pañales al jefe de la manada quedándosela para el solito y llenando de pequeños Frodos los jardines del lugar...al menos no hemos tenido constancia de que sus hijos, físico a parte, hayan heredado los otros atributos pendencieros y sacrílegos....o quizá si...
Durante mucho tiempo lo eché de menos porque la realidad, es que era un gato muy adorable y cariñoso...
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Ya le vale al Frodo Bolson de bolsón Cerrado. Pobre veterinario, aunque lo del cura ha estado bien, je, je.
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarSoy administradora de un directorio y me ha gustado su página erpansinsal.blogspot.com. Por ello, me encantaría contar con tu sitio en mi directorio, consiguiendo que mis visitantes entren también en su blog.
Si estás de acuerdo. Házmelo saber, nayadita.narvaez@hotmail.com.
Suerte con tu blog.
Muy graciosa la historia de tu gato.
ResponderEliminarEs extraño pero después de leer todos los desperfectos que hizo no se me han quitado las ganas de tener uno.
Continua redactando textos igual de graciosos tienes todo mi apoyo.